El humor,
dice Gilbert K. Chesterton, es un término que no sólo se resiste a ser
definido, sino que en cierto sentido se precia de ser indefinible; y en
general, señala el autor, se consideraría una falta de sentido del humor
intentar definir el humor.
Sigmund
Freud sostenía: “El humor no es resignado, sino
rebelde; no sólo significa el triunfo del yo, sino también del principio del
placer, que en el humor logra triunfar sobre la adversidad de las
circunstancias reales.
(…) Al
rechazar la posibilidad del sufrimiento, el humor ocupa una plaza en la larga
serie de los métodos que el aparato psíquico humano ha desarrollado para rehuir
la opresión del sufrimiento…”
El humor suele tener vínculo con la conciencia crítica, su poder
relativizador, su fuerza corrosiva frente a las verdades y los dogmas.
La historia del humor es la historia de la
literatura. El humor no siempre
está acompañado de la risa, ni la alegría; y que siendo una actitud frente al
mundo, atraviesa todos los géneros y no sólo los literarios. Indefinible por su naturaleza misma— atraviesa
no sólo a la literatura, sino a cuanto discurso social se nos pueda ocurrir.
Es a partir de los años sesenta —dice Pablo De Santis— que la literatura acepta y exige la incorporación de
otros discursos: periodismo, historieta, cine, política… y de allí que el humor
fue siendo aceptado como una modalidad que podía ser considerada literaria, con
el libro como destino natural.
Aunque, claro está, el humor en la literatura
existe desde tiempos antiguos y no es ninguna invención del reciente siglo XX.
Sabemos de la comedia Griega, de Aristófanes y de la comedia romana. En su poética, Aristóteles coloca la comedia en
un lugar inferior a la tragedia. “Tal
es también la diferencia que hay de la tragedia a la comedia; por cuanto ésta
procura imitar los peores, y aquélla hombres mejores que los de nuestro
tiempo.” Desde los tiempos de Aristóteles la risa fue considerada como algo
propio de las clases bajas, algo menor y por lo tanto algo no digno de la
“verdadera literatura”. Y en algunos ámbitos sigue siendo así.
Para
lograr el efecto humorístico, el autor dispone de diferentes recursos, según el
propósito que persiga.
· La
sátira: es un recurso humorístico
que busca censurar o ridiculizar comportamientos humanos, en ocasiones con
intención didáctica o correctiva.
·
La
parodia: es la imitación burlesca de
una obra literaria o artística de cualquier clase. El humor surge de la
confrontación entre ambos textos.
·
El
absurdo: consiste en relatar hechos
incoherentes o presentar situaciones disparatadas, interpretar erróneamente una
situación o el significado de una palabra.
·
La
exageración o hipérbole: consiste en sobredimensionar o en llevar al límite la
descripción de un hecho, de un objeto o de los personajes y provocar así, el
ridículo.
·
La
ironía: este recurso consiste en dar
a entender lo contrario de lo que se dice. Exige la interpretación de dos
sentidos: el que se muestra y el que está oculto, que en realidad es el
verdadero.
Cuando
el artista o el escritor reaccionan con humor frente a la realidad, los
acontecimientos cotidianos adquieren un nuevo sentido. De esta manera es
posible corregir comportamientos, autocriticarse, modificar una situación que
no se tolera, persuadir o producir acciones transformadoras.
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